Queridos internautas, algunas veces piensa uno que está loco, sobre todo cuando aparece cualquier noticia en un medio de comunicación y no se ve la lógica de lo que afirma el político o comentarista de turno; para colmo, pones otro medio y ahí está la misma noticia y similar comentario.
Y es que da la impresión de que nuestros políticos, y digo nuestros porque de alguna manera nosotros los hemos puesto donde están, se creen que el pueblo soberano es un "pueblo soberanamente tonto"..
Vamos a demostrarles a los que, con la ley en la mano nos representan, que no estamos tan atontados como ellos creen.
El poder es la capacidad que poseen los individuos o grupos de afectar, según su voluntad, la conducta de otros individuos, grupos o colectividades; el hecho clave es la capacidad real de control y manipulación que poseen unos seres humanos sobre otros. Su estructura está erigida, sobre todo, para el control político de la colectividad, ese poder adquiere legitimidad simplemente en el hecho de que exista un consenso suficiente en la aceptación de una autoridad y de su poder.
Todo esto se basa en dos creencias fundamentales:
- 1º. En la legalidad de los sistemas con normas políticas explícitas, por ejemplo, en forma de constitución.
- 2º. En el derecho de los hombres dotados de autoridad, de dar órdenes, dentro de los límites marcados por la ley.
Ello obedece a la idea de que la ley es la expresión de la soberanía popular y a su vez, ésta es considerada como la única fuente de legitimidad; fijaros, curiosamente es la ley quien es soberana y no los ciudadanos, y todo ello a pesar de lo consagrado en nuestra intocable Constitución de 1978, artículo primero, párrafo segundo: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.
Ese pueblo español se organiza de forma representativa en las Cortes Generales integradas por el Congreso de los Diputados y el Senado.
De este pueblo organizado emanan todas las manifestaciones de poder:
- Para hacer las Leyes: Las Cortes Generales.
- Para aplicar las leyes: El Gobierno de la Nación.
- Para resolver pacíficamente los conflictos de intereses: Los Tribunales de Justicia.
Este es un sistema de garantías que pide la participación de los ciudadanos en la creación de la ley y en la vida política.
Por tanto, la democracia es una forma de vida según la cual, cada ciudadano participa libremente en el funcionamiento del poder pero en realidad esto no es así, la democracia actual es la posibilidad de que todos los ciudadanos participen en el poder de estas tres formas:
- Acceso a cargos públicos.
- Por el voto (delegación del poder).
- Por el influjo en la opinión pública.
El requisito más elemental de la democracia es de la representatividad, la cual, normalmente, se expresa en el voto.
Por tanto, en una democracia real se han de dar los siguientes presupuestos:
- Habrá que constatar si los ciudadanos votan.
- Si los candidatos a representantes del pueblo pueden expresar libremente sus opiniones.
- Si existe una opinión pública que se manifiesta con relativa libertad.
- Si la asociación política es libre, sin interferencias del poder gubernamental.
Entonces… ¿Qué es lo que falla? ¿Por qué los políticos no nos representan? ¿Por qué las leyes favorecen al poderoso y perjudican al pueblo llano cuando hay más pueblo llano que poderosos?
Aquí nos interesan más los hechos que las palabras y los hechos nos dicen que a lo largo de nuestra democracia ha surgido una casta de políticos profesionales que por el mero hecho de serlo, se oponen a su retiro o a ser sustituidos por quienes no hayan sido sus protegidos y aliados; los canales de acceso al poder no están abiertos a todos los que pudieran ser virtualmente buenos políticos, sino a quienes, además de ello, posean las conexiones necesarias o sepan labrárselas.
Por otro lado, en los partidos políticos hay auténticas oligarquías dirigentes que tienden a mantenerse cerradas y a controlar el aparato burocrático del partido.
Y junto a los partidos, también encontramos asociaciones políticas más o menos permanentes con fines más restringidos, en general, para proteger a un cierto conjunto limitado de intereses. Estas asociaciones, auténticos grupos de presión, establecen lobbies o contactos influyentes en los centros ejecutivos (gobierno), legislativos (Cortes) y hasta judiciales del poder.
En román paladino, los partidos políticos elaboran complejos programas electorales, los políticos elegidos por el partido, ojo elegidos y seleccionados por los partidos; nos venden el programa electoral, nos prometen todo lo que el pueblo llano quiere oír y si un partido ofrece una cosa, el otro nos ofrece la misma corregida y aumentada y cuando alcanzan el ansiado poder… si te he visto, no me acuerdo. Se acabó el programa político donde no decían que iban a recortar la sociedad del bienestar que tantos años de lucha ha costado, tampoco decían que había que aumentar la edad de jubilación, tampoco ponía en ese programa que había que abaratar el empleo, subir la luz, el gas, los injustos impuestos indirectos…
Veis ¿Por qué no nos representan? Porque nos utilizan para llegar al poder y una vez allí se creen que tienen patente corso para hacer lo que los mercados quieran o lo que los grupos de presión les dicten o lo que les venga en gana a cada uno. El Pueblo Soberano, a través de su voto los ha puesto en el gobierno para que cumplan los programas con los que nos han convencido para que les votemos porque la soberanía, el poder, reside en el pueblo no en los partidos políticos ni en el líder de turno. Y cuando un político va en contra del pueblo, donde reside la soberanía, no lo puede representar de ninguna manera por muchas leyes que lo digan, porque la soberanía no reside en las leyes sino en el Pueblo Español.
Mal le va a una democracia cuyos legisladores actúan contra el pueblo al que “legalmente” representan, actúan contra sus intereses favoreciendo con sus políticas al gran capital y a las clases altas de la sociedad, una minoría del pueblo soberano; y si para colmo nos dicen que son “Los Mercados” vamos, lo que toda la vida se ha llamado: “El Capital”; los que han de dictar la política de un país… ¿Para qué queremos a los políticos?
Esto que llaman democracia y no lo es, es una dictadura más o menos encubierta por una legalidad que favorece a los de siempre, a los poderosos. Ya lo decía Rousseau: “El más fuerte no es nunca bastante fuerte para ser siempre el señor, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber”.
¿Hay futuro? Claro que sí, simplemente hay que darle a la democracia su auténtica dimensión, que sea el pueblo soberano el que asuma su protagonismo. Hay que desterrar a los políticos profesionales, siempre fieles al partido que los pone en las listas y olvidadizos con el pueblo al que dicen representar; a esta casta política solamente se le exige no ser mancos, tener al menos un brazo que levantar cuando su líder se lo dice, que al fin y al cabo es quien le proporciona su modus vivendi, dirán siempre lo que su líder les diga y jamás traicionarán a la mano que les da de comer. El pueblo soberano para ellos es un medio para llegar al poder.
Los partidos políticos siempre y cuando represente los intereses del pueblo soberano son bienvenidos, ya sean de izquierdas o de derechas; pero cuando se conviertan en grupos a los que lo único que les interesa es llegar al poder y perpetuarse en el mismo de la manera que sea y a costa de lo que sea, mientras que se comporten como déspotas ilustrados: “Todo para el pueblo, pero sin contar con el pueblo”; no nos sirven porque no representan, en Justicia, a la Soberanía Popular.
Los partidos y los dirigentes políticos han de entender que siempre habrá una gran diferencia entre someter una multitud y regir una sociedad.
Palabras proféticas las de Juan Jacobo Rousseau cuando escribió en su obra Contrato Social: “El hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra encadenado”.
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