martes, 11 de septiembre de 2012

EL SENEQUISMO PALMEÑO.

Hace hoy un año –seguimos con las efemérides- escribía el siguiente "post" (entrada): "No comento nada de la Romería ni de la Procesión", yo intuía que iba a levantar el interés de los lectores, pero lo que no me podía imaginar es que un año después seguiría ocupando los primeros puestos en el "Hit Parade" de las entradas, aunque curiosamente, solo tiene un comentario siendo uno de los "post" más leídos y polémicos que he publicado. Evidentemente intuyo que muchos de mis lectores están esperando el comentario de este año.
Muchas de las personas que han escrito sobre nuestra capital, han hablado del “senequismo cordobés”, Palma del Río pertenece a la provincia de Córdoba y aunque se nos ha dicho que tiramos más para Sevilla que para Córdoba, yo siempre he pensado que eso sucede en Semana Santa, para otras cosas, los palmeños somos muy cordobeses.
Es difícil definir el “senequismo cordobés”, imaginaros lo casi imposible que es definir un hipotético “senequismo palmeño” pero lo vamos a intentar con una anécdota que se cuenta en Córdoba como definición del más puro senequismo.
Había dos parroquianos que sentados en el patio de una taberna en el Alcázar Viejo permanecían absolutamente callados mientras paladeaban sus “medios”. Al cabo de un buen rato, uno de ellos rompió el silencio diciendo:
- ¡Hay que ver lo bien que se está hablando poco!
El otro parroquiano lo miró fijamente y dejó transcurrir otro largo espacio de tiempo antes de contestarle:
- ¡Mejor se está sin hablar ná!
Pues eso, un año más, no voy  a comentar nada acerca de la Romería de la Virgen de Belén del pasado domingo, 2 de Septiembre de 2012 ni de la Procesión del jueves, 8 de Septiembre del mismo año. Simplemente una observación, tanto nuestro Alcalde como los dirigentes de la Hermandad parece que se han acogido al lema: “Sostenella y no enmendalla” que era la fórmula de vida con la que creían mantener y reforzar su honor los hidalgos del Siglo de Oro. Pero lo malo no es equivocarse. Peor es permanecer en el error. Aunque lo dramático es seguir en él a sabiendas. Y esto es… puro senequismo.

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