Este post surge
como forma de responder a las preguntas retóricas que en forma de entradas, nos
formulábamos la pasada Semana Santa, concretamente los días:
Ya dije en uno de
esos post que me había interesado por el tema y me había puesto a leer cosas
relacionadas con esta celebración, reconocí públicamente que en este asunto era
un neófito y que por eso tenía las dudas que tenía.
Aprovechando las
pocas vacaciones estivales que me han dado los jefes, he leído sobre esta cuestión
y aquí comparto, con todos vosotros, mis conclusiones.
La Semana Santa y
sus procesiones, la he analizado desde dos puntos de vista: el cultual y el
social.
CULTUAL:
Las Hermandades y
Cofradías Andaluzas son organizaciones con fines religiosos, su objetivo es
fomentar el culto a unas determinadas advocaciones de Cristo en relación a una
escena de su pasión y la Virgen con una advocación pasionista representados
habitualmente por imágenes escultóricas. También procuran el mejoramiento
espiritual y material de sus asociados mediante actos de culto y otros medios
como pueden ser la ayuda mutua o la realización de diversas obras caritativas
con los necesitados.
La salida
procesional constituye el momento cumbre, el clímax ceremonial y devocional.
También realizan un quinario al Señor durante la cuaresma y un septenario o
triduo a la Virgen también en cuaresma o en la fiesta litúrgica de su
advocación. Una de las misas solemnes con las que culminan estos cultos, tendrá
carácter de Función Principal de Instituto donde se realizará la protestación
de fe y un besamanos o besapié de la imagen en cuyo honor se realizan.
SOCIAL:
Las hermandades y
cofradías andaluzas tienen una estrecha relación con las estructuras sociales
de cada localidad. Una de las características esenciales de la religiosidad
andaluza es la humanización del culto que se refleja en la forma de tratamiento
a la Virgen, en la forma de llevar los pasos, con costaleros, cuyo ritmo hace
andar a la imagen.
Desde un punto de
vista social, la hermandad constituye un medio apropiado para desarrollar la
sociabilidad que se da básicamente entre quienes forman el núcleo activo de
cada cofradía y no entre el total de hermanos.
Otra de las funciones
sociales de las hermandades andaluzas es la integración de quienes forman parte
de determinados grupos sociales como el barrio, la comunidad local… haciendo
posible que el sentimiento de pertenencia al grupo (barrio, pueblo) pueda
extenderse a quienes desde una óptica cristiana ortodoxa podrían ser
catalogados como agnósticos o indiferentes respecto a la religión católica.
Las Hermandades al
ser asociaciones de carácter local tienen sus propias características y vida propia
que las distingue, a pesar de tener unas características comunes, sus fiestas y
rituales tienen matices, en aras a esa función integradora, la presencia del
individuo en las mismas, es un medio fundamental y público de reafirmarse como
miembro de la Comunidad. Un ejemplo de esta peculiaridad sería el día de la patrona,
la Virgen de Belén, muchos palmeños que ya no residen en Palma del Río, vienen
al pueblo el 8 de septiembre para participar en los distintos rituales (misa,
procesión) utilizando estos rituales como medio fundamental y público, de
reafirmarse como miembros de la “Comunidad Palmeña” la celebración festivo
ritual organizada por la Hermandad de la Patrona, desborda el ámbito puramente
religioso y se convierte en un mecanismo de integración y reproducción de la identidad
colectiva palmeña.
Lo mismo podemos
decir que ocurre con el bautismo, la primera comunión, el matrimonio y la
muerte son fundamentalmente ritos sociales más que religiosos, por más que
estén ligados a sacramentos. Es esto lo que explica que continúen realizándose
por la mayoría de los andaluces, sean o no practicantes o incluso sean o no
creyentes, aunque también va en aumento el número de bodas civiles.
En una sociedad
cada vez más laica, cómo podemos explicar el actual auge de las hermandades y
de los rituales religiosos populares cuando los índices de participación en la
liturgia de la misa y en los sacramentos son unos de los más bajos de España,
con un alto índice de secularización de la sociedad andaluza.
Quizá la
explicación esté en que son hechos sociales aunque bien es cierto, que la
Iglesia Católica Oficial no ha perdido nunca el control, al menos
institucional, de los rituales colectivos religiosos de las Cofradías y en
estas los sectores sociales de carácter más conservador siguen manteniendo el
protagonismo principal en las Juntas de Gobierno.
Por otro lado, las
imágenes religiosas han sido re-significadas como símbolos de identificación, o
al menos de referencia de colectivos sociales (barrios, pueblos) a través de lo
emocional y de la estética que aunque se desarrollan en torno a elementos
religiosos, no están controlados totalmente por clérigos y jerarcas
eclesiásticos y que reactivan esas sensaciones y sentimiento.
Por otra parte hoy
en día tenemos una “religión a la carta” donde existe una observancia selectiva
de determinadas prácticas e inobservancia de otras; adhesión a algunos aspectos
de la doctrina y el dogma y puesta entre paréntesis de otros lo que se traduce
en que la dimensión religiosa no tenga por qué ser la fundamental o ni siquiera
ser especialmente significativa.
Este hecho lo
podemos constatar en que cuando termina la Semana Santa, o se acaba una
romería, pocas conversiones parecen haberse dado con que engrosar el número de
militantes católicos activos o incluso de simples creyentes y es que las
procesiones tienen mucho más que ver con la emocionalidad, el disfrute estético
y el sentido de pertenencia a un barrio o pueblo que con el hecho religioso que
se nos quiere imponer, por eso, para la gente en general, lo fundamental es
participar o contemplar la procesión desprovistos de dogmatismos doctrinarios,
aunque abierta a las trascendencia de la individualidad y con la sensibilidad
de todos los sentidos abierta a todas las sensaciones, espirituales y
materiales, estéticas y emocionales.
Todo esto se
produce fuera de los templos y de la inmediata autoridad de los clérigos,
organizado por las cofradías que si perdieran esta función, dejarían de ser
referentes de identificación para amplios colectivos y se convertirían en
simples asociaciones religiosas con un reducido número de miembros.
El futuro de
nuestras hermandades y fiestas populares con referentes religiosos dependerá de
la propia pervivencia de la identidad cultural andaluza, dentro de la cual, y
sólo dentro de ella, cobran explicación y, sobre todo, sentido; por eso no es
exportable y fuera de aquí no tienen ningún sentido.