Estamos viviendo
estos días una eclosión de nacionalismo español, se venden banderas constitucionales
(y algunas que no lo son) en las tiendas, agotando las existencias, somos más
españoles que cuando la selección ganó el mundial pero… qué es ser español,
vamos a intentar definir ese “ser español”, desde nuestro punto de vista, claro
está, como no podía ser de otra manera.
Para ser
español hay que ser masoquista y
gozar con verse humillado o maltratado por políticos y gente de alta alcurnia y
además complacerse en sentirse humillado o maltratado. Por eso el español no
condena la corrupción y el que se esquilmen las arcas públicas, no le parece
mal que se entregue dinero público, a fondo perdido, a los bancos, detrayéndolo
de la Sanidad, la Educación y la inversión pública. El español auténtico,
piensa que el dinero público cae del cielo y no tiene conciencia de que sale de
su bolsillo a través de los impuestos directos y sobre todo, los indirectos (que
son los que paga todo el mundo independientemente de los ingresos que tenga) por
eso sigue votando a partidos corruptos que se han sentado en el banquillo de
los acusados. El auténtico español condena a un gitano que roba unas gallinas,
pero aprueba en las urnas a los que se lo llevan calentito, eso sí, siempre y
cuando lleven traje, corbata y sean unos señores como Dios manda.
Para ser
español hay que ser de derechas y apoyar a partidos que legislan en contra de
los intereses del pueblo. El auténtico español apoya la reforma laboral que
destruye empleo de calidad y deja empleo precario y a trabajadores sin
derechos. El auténtico español apoya la Ley mordaza, es partidario de los
recortes en Educación y Sanidad y de la bajada de pensiones al populacho, se
conforma con las migajas que dejan los ricos y poderosos, las acepta y le
parece bien. Por eso no protesta, al fin y al cabo, el español lo único que
quiere es “su pan, su hembra y la fiesta en paz” como dice la letra de la
canción de la ejemplar transición española.
Para ser
español hay que denostar todo lo público y apoyar lo privado, aunque no pueda
pagarlo. La Sanidad Pública es muy mala, la buena es la de pago. La enseñanza
pública está totalmente desprestigiada, la mejor es la concertada y privada…
pero cuando hay un grave problema de salud, bien que acuden a hospitales
públicos porque esa sanidad privada a la que apoya, no le atiende. Y si son tan
partidarios de la enseñanza concertada y privada… porqué no la pagan de su
bolsillo y porqué llevan a sus hijos a universidades públicas.
Para ser
español, hay que ser machista porque no olvidemos que estamos hablando del “ser
español” no española. El ser español conlleva tener unos atributos masculinos
muy grandes y gordos y el hacer lo que de esos atributos le salga en cada
momento. Las mujeres son propiedad de cada macho ibérico y están para lo que
están… son “el reposo del guerrero”, y cuando ellas se niegan, pasa lo que
pasa; eso sí cuando hay que echarle atributos a algunas cuestiones, el español
de pro, se echa atrás, se va a su casa y se sienta en la mesa camilla y espera
a que otros le solucionen los problemas, que su padre ya se lo dijo, cuando fue
a la mili, que no se señalara.
Para ser
español hay que ser Católico, Apostólico y Romano; nuestra gloriosa historia y
nuestra cultura de siglos así lo imponen. No se entiende un español que no sea
macareno, rociero, y partidario, a muerte, de la patrona de su pueblo… que no
sea miembro de una cofradía, a ser posible de negro que son más serias, eso sí,
la Iglesia Católica, Apostólica y Romana que la pague el Estado con dinero de
todos los que viven, trabajan y pagan sus impuestos en España sean ateos, agnósticos,
musulmanes, ortodoxos… da igual, el dinero para la Iglesia Católica que es un
pozo sin fondo. Y de la doctrina Católica, el auténtico español, coge la parte
que le interesa e ignora la que no le conviene, no comprende que el catolicismo
es un pack indivisible que se coge o se deja… tampoco se lo explica el cura de
almas, que mientras entre dinerito… pelillos a la mar.
Para ser
español hay que ser monárquico, al auténtico español le encanta rendir
pleitesía a un rey, agacharse, hacer genuflexiones y emplear la palabra “real” en
sus ferias, cofradías y demás… y si para colmo la monarquía llega a España de
manos del dictador Franco cuando un 22 de julio de 1969, el entonces príncipe de
España don Juan Carlos, era designado por Franco como su sucesor en la Jefatura
de Estado con título de Rey, pues mejor. El nombramiento de Juan Carlos daba
cuerpo a la inconclusa Ley de Sucesión de 1947, en la que España se constituía
en reino aun careciendo de un rey y saltándose a la torera las normas de la
Monarquía Española tan tradicional y antigua. En España no reinó el hijo de
Alfonso XIII, sino su nieto, impuesto por el dictador Franco y al auténtico
español monárquico, esto le pareció bien, por tanto, se apartó del trono a don Juan
de Borbón y Battenberg, tercer hijo de Alfonso XIII, jefe de la casa real
española en el exilio desde el 15 de enero de 1941 hasta el 14 de mayo de 1977,
cuando cedió este título a su hijo, el Rey don Juan Carlos I, rey de España no
por la gracia de Dios, sino por el dedo del dictador Franco y en contra de su
propio padre al que correspondía, por derecho, ser Rey de España.
Para ser
español hay que ser un cotilla, amigo de chismes y cuentos, fan de programas
donde gente a la que llaman “famosa” va a contar lo que le han escrito en un
guión para subir audiencia y obtener así más publicidad en la cadena de radio o
televisión, sobre todo ésta última. Al auténtico español le encantan los
chismes y los cuentos chinos, es más, prefiere que le cuenten cuentos chinos a
conocer la realidad, prefiere oír mentiras (piadosas o no) en vez de verdades
como puños y prefiere ver la vida color de rosa en vez de ver y afrontar la vida
como es, con muchos colores y desde muchos puntos de vista.
Para ser
español hay que criticar a la juventud, esos “perro flautas” que no dan un palo
al agua… porque el auténtico español, a su edad, ya estaba trabajando y
llevando un sueldo a su casa. En el fondo y… porqué no decirlo, en la forma, lo
que el auténtico español tiene es envidia de la mala (juventud divino tesoro…
que diría el poeta) porque son jóvenes y muchos de ellos tienen, como mínimo,
una carrera universitaria y un máster y él sólo tiene los conocimientos que le
da el telediario, se sabe inculto, pero jamás lo reconocerá ni comprenderá la
forma de pensar de una juventud que intelectualmente está a años luz del
concepto decimonónico de “ser español”.
Para ser
español hay que ser anti algo. Sí, se es más español cuando se es anti-catalán
o anti-británico (Gibraltar español)… aunque los españoles que emigran a Catalunya,
cuando tienen un hijo o una hija allí, en vez de ponerles nombres como Rocío,
Macarena, Rafael… le ponen: Albert,
Andreu, Biel, Carles, Carme, Dolors, Enric, Jaume
y sobre todo Jordi y cuando vienen a ver a la familia… parlen en català. Y
además todos los españoles están empeñados en aprender el idioma de quien, en
virtud del Tratado de Utrecht, posee un trozo de suelo patrio desde 1715, la
pérfida Albión… ¡País! que diría Forges.
Fuera de
España “ser español” es ser torero, bailaor de flamenco y consumidor de paella
(un plato típico de Valencia).
¿Y ser
andaluz? Pues es lo mismo que ser español pero… más en plan pobre, más inculto
(no sabemos hablar bien el español), conformista con el actual “statu quo”,
gente vaga que no trabaja y cobra “el paro”, que siempre estamos de fiesta y
que está contenta con su forma de vivir y todo ello, con mucha alegría y baile “mi
arma” que esta, además de ser la tierra de María, es la tierra del
latifundismo, del señoritismo, del Sol y la guasa.
Con esta
perspectiva todavía hay quien no comprende a gente que, viviendo en la
península Ibérica, no quiere ser español.
¡Ay! Abuelo
Siset… no aprenden nada y así nos va. Como diría Dorio de Gádex: "Santiago
y abre España, a la libertad y al progreso".
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